lunes, 1 de agosto de 2011

Los menhires de Tafí del Valle y la cultura de los tafíes - Parte III

Los menhires y la historia

Unos dos siglos antes de que irrumpiese el imperio de los incas por los valles del noroeste argentino, esto es, a la altura del 1200, los diaguitas ocuparon el valle de Tafí. Se instalaron sobre las ruinas de quienes habían sido sus habitantes naturales, cuyo surco histórico se había perdido en las oscuridades de varios siglos anteriores, e imprimieron su presencia por sobre la de los tafíes que ya no estaban. Por eso, la investigación científica requirió de grandes esfuerzos para llegar a diferenciar sin fundir en una sola cultura lo que fue en realidad una sucesión de estampas culturales que dos pueblos grabaron en el silencioso valle de Tafí. Vinieron desde los valles contiguos de Yocavil y El Cajón, pero la impronta indudable fue la marca santamariana, como el producto cultural más evolucionado de la región a esa altura de los tiempos. Llegaron pastores y agricultores que modificaron, por ejemplo, el paisaje de casas circulares de piedra por las viviendas de pircas rectangulares semienterradas, aunque utilizaron los espacios de almacenamiento de las cosechas que habían dejado los tafíes y agregaron otra variedad de silos de contornos igualmente circulares. Trajeron, desde luego, las nuevas tecnologías agropecuarias de la época y la incorporaron a la piel del valle, donde quedaron incrustadas para la historia. Por fin, impusieron sus regímenes de gobierno y una economía superior, naturalmente, a la de siglos atrás, así como una espiritualidad con fisonomía propia, sin que por ello hayan despreciado -y aun demolido- a los pétreos sobrevivientes de la cultura anterior.
Apenas doscientos años duró la ocupación diaguita del valle de Tafí. A fines del siglo XV, toda la región valliserrana del noroeste argentino cae bajo la dominación incaica y este pueblo natural del valle del Yocavil comienza a abandonar lentamente el valle de Tafí por la misma vía por la que habían ingresado, es decir, por el Abra del Infiernillo, que conecta geográficamente a ambos valles de altura. Pero, por supuesto, dejaron las mejores huellas de su genio artístico: la alfarería santamariana, de perfecto acabado y de una estética insuperable.
El dominio del valle de verde esplendor pasó de la brevedad inca a las cruentas guerras de resistencia, por parte de las comunidades nativas que habitaban los valles calchaquíes -incluso los diaguitas que se habían quedado en Tafí del Valle, después de la llegada del invasor europeo- frente a un dominador desconocido pero más feroz: el conquistador español que ingresó a los valles calchaquíes en 1536 pero demoró ciento treinta años en someterlos definitivamente. El valle de Tafí era, desde luego, un punto de alto valor geopolítico para descender a la planicie tucumana que conectaba, a su vez, con el resto de la llanura chacopampeana, ampliamente apetecible a los intereses de la corona española, habitada por numerosas naciones de aborígenes de estirpe guerrera que, sin embargo, cayeron antes de los pueblos indígenas vallistos bajo el yugo conquistador.
Tafí del Valle estaba poblado por los descendientes de los diaguitas y de los incas que se habían establecido allí antes de la llegada de los españoles, conocidos por la historia y hasta por los propios españoles como “tafíes”, aunque los auténticos naturales de este valle habían desaparecido -por extinción o por migración- unos seiscientos años antes. Casi todos padecieron el destierro hacia diversas encomiendas que se desplegaron en la llanura tucumana. Pero ¿qué había sido -y qué sería- de los menhires, en medio de semejante pandemonium de la historia nativa tafinista?

El rescate

Según las investigaciones del Centro de Recuperación del Patrimonio Cultural de la Universidad Nacional de Tucumán, que conduce Josefina Racedo, “en los 500 años transcurridos desde la Conquista española, sufrieron distintos destinos y tratamientos. En su mayoría permanecieron en los sitios originarios y paulatinamente, fueron removidos sin ningún cuidado por los terratenientes, para ser utilizados en la construcción de viviendas (como dinteles o parantes de paredes, por ejemplo), o en los cercos de piedra (pircas) o como adorno para los portales de sus casonas”.
El documento del Cerpacu explica además que “en 1977, por orden de la dictadura militar instalada en 1976 -y siendo gobernador de facto de Tucumán, Antonio D. Bussi- los menhires son trasladados al lugar donde actualmente están emplazados, denominado “Parque de los Menhires” (se refiere al parque que estaba emplazado en La Angostura. Ahora están ubicado en el espacio conocido como La Sala, frente a la plaza de El Mollar, una localidad ubicada en la entrada oriental del valle, a 11 kilómetros de la villa de Tafí), con un fin exclusivamente “turístico”. “Para armar este ‘parque’ -continúa-, la dictadura obligó a los pobladores a entregar las piezas que permanecían en sus predios. Se les ordenó colaborar junto a los soldados, para trasladar en máquinas viales, o arrastrados con cadenas, 124 menhires extraídos de distintos lugares del valle. Situación que produjo no sólo el desmembramiento y pérdida definitiva de sus referentes arqueológicos, sino que dejó profundas huellas psicológicas en el conjunto de la población. Una política de ‘secuestro’, como fuera definida por los mayores de la comunidad”.
Esta situación motivó la coordinación de una política de rescate y conservación de las “piedras largas”. En los últimos 20 años, la comunidad del Valle, junto a organismos como la Universidad Nacional de Tucumán, “ha luchado inclaudicablemente -sostiene el Cerpacu- para devolverlos a sus lugares de origen (restituirlos a los sitios de emplazamiento es ya imposible). El Plan de Restitución de los Menhires, que se inicia en el 2000 con el traslado de piezas al predio de La Sala en El Mollar y continua desde el 24 de Marzo de 2002, con el progresivo traslado del resto, constituye la coronación de esos esfuerzo e inicia una etapa de rescate de este patrimonio milenario, en el que enraizan nuestra historia, cultura e identidad”.

La restauración

Desde setiembre del año pasado, una especialista chilena en conservación, restauración y protección de monolitos, coordinó un taller de conservación de menhires, organizado por la Dirección de Patrimonio de la Provincia, junto al Ministerio de Relaciones Exteriores de la Nación. Participaron también especialistas de Salta y Catamarca, así como de la carrera de Arqueología de la UNT, guías del parque y miembros de la comunidad indígena de El Mollar y Casas Viejas. La capacitación consistió en enseñar trabajos de restauración y conservación, a través de una limpieza profunda de cada uno de los menhires, que estaban cubiertos de líquenes, e iniciar un tratamiento para protegerlos de las lluvias, como los factores que más daño causan al latido eterno de estos tótems. "La importancia de los menhires reside, primero, en su tremenda belleza, pero sobre todo en su valor simbólico, ya que su significado todavía está en estudio. No es lo mismo que un patrimonio de pobladores que ya no existe. En este caso ellos están; son los herederos vivos, allí radica la trascendencia de conservar este patrimonio", ilustra Mónica Bhamondez Prieto. Alrededor de 20 ejemplares sobre los que se trabajó con productos hidrorepelentes ya están libres de líquenes, hongos y microorganismos en la primera etapa de trabajo que dirige la ingeniera chilena, que también tuviera a su cargo la restauración de los moai (escultura) de la Isla de Pascua. Según Bhamondez Prieto, el proyecto de restauración se completará en el invierno de 2012, ya que sólo es posible trabajar en períodos secos, por lo que en los meses lluviosos del verano deben interrumpirse las tareas. De todos modos, otro de los arqueólogos que trabajan junto a la coordinadora chilena, Osvaldo Díaz, estimó que durante este año se podrá terminar con la reparación del 50% de las piezas.

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Fuentes:
# Menhires: La verdadera historia - Centro de Rescate del Patrimonio Cultural - UNT
# Manasse, Bárbara - Una historia alternativa sobre el pasado prehispánico del valle de Tafí - Escuela de Arqueología – SECyT (UNCa)
# Geoarqueología de Carapunco, Tucumán - Andrés Gustavo Herrera - Facultad de Ciencias Naturales e Instituto Miguel Lillo. Universidad Nacional de Tucumán.
# Vivienda vernácula del noroeste argentino. El caso de la vivienda rural de Tucumán. Siete aspectos para una definición de la vivienda rural del Valle de Tafí - Gabriela Claudia Pastor - Universidad Nacional de Tucumán.
# Reproducción social doméstica y asentamientos residenciales entre el 200 y 800 d.C. en el Valle de Tafí - Julián Salazar - Tesis doctoral en la Facultad de Filosofía y Humanidades (UNC).
# Sitios web: www.tafidelvalle.com - www.nortevirtual.com - www.naya.org.ar -www.identidadaborigen.com.ar - www.lagaceta.com.ar - www.enteculturaltucuman.gov.ar

(c) Hugo Morales Solá

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